Nos despertamos a Húsavik temprano. Estamos muy ilusionados, ya que dentro de unas horas saldremos en barco a buscar ballenas. Somos unos grandes amantes de los animales y la posibilidad de ver estos grandes cetáceos en libertad nos apasiona. De hecho, siempre que hacemos un viaje a un país con mar intentamos hacer Whale Watching.
Tenemos reservado el barco que sale a las 8:45. Hemos decidido contratar la salida con la empresa Gentle Giants. El tour dura unas tres horas y cuesta poco más de cincuenta euros por persona. Básicamente se navega por la Skjálfandi Bay, donde durante el verano abundan las ballenas jorobadas (las humpback whales) que se dirigen a este territorio por la gran cantidad de plancton que hay.
A las 8:30 ya estamos ante el barco de la compañía. Es de madera y bastante grande. Además, vamos casi solos (sólo somos nosotros y un grupo de cinco asiáticos). Por lo tanto si vemos una ballena habrá espacio de sobras para que todo el mundo pueda observarla y fotografiarla. ¡Perfecto! A ver si tenemos suerte…
A la hora prevista nos ponemos en marcha. Hay niebla. Es decir, estamos en las peores condiciones para poder ver las ballenas a lo lejos. Va pasando el rato, cada vez hay más niebla y no vemos nada. El guía nos va repitiendo que continuemos buscando las señales que indican ballenas en las proximidades: salpicaduras, pájaros acumulados en una zona o alguna aleta. Pero ya no sabemos a dónde mirar … Sin embargo, cuando ya llevamos más de dos horas navegando, otro barco nos avisa que han encontrado una ballena. Vamos rápidamente hasta allí y, efectivamente, hay una ballena enorme nadando. Además, es muy juguetona. Constantemente saca las aletas fuera del agua y va dando vueltas sobre sí misma. ¡Todos estamos entusiasmados! Pero el mejor momento llega cuando decide sumergirse y luego saltar fuera del agua. ¡Qué potencia! No nos lo esperábamos y no hemos podido fotografiarlo. Sin embargo, la ballena está muy animada y sigue con la exhibición. ¡Salta tres veces más! Por mala suerte tenemos que marcharnos antes de que se sumerja definitivamente, ya casi han pasado tres horas y tenemos que volver al puerto. Durante el trayecto de vuelta nos ofrecen una pasta islandesa típica y un vaso de chocolate caliente, que nos ayuda a entrar en calor. A pesar de ir bastante abrigados y ponernos el overall que nos han dejado, hemos pasado un poco de frío. Son básicos los guantes y el gorro si no se quiere acabar congelado…
Después de este fantástico inicio destinaremos lo que queda de día en la región del Parque Nacional Jökulsárgljúfur. Literalmente el nombre del parque significa «cañón del río glaciar«. Así que ya sabemos lo que nos espera: grandes cañones y saltos de agua.
Comenzamos visitando el cañón de Asbirgi. Para visitarlo hay dos posibilidades: hacer un recorrido por su interior, donde hay mucha vegetación, o bien subir por el cañón para tener una panorámica. Nosotros optamos por la primera opción y hacemos el camino más «clásico». Es un paseo de, como mucho, una hora. No es tan espectacular como la mayoría de lugares en Islandia, pero vale la pena ir. El camino empieza en el punto de información y, siguiendo las marcas verdes, se llega hasta el lago Botnjörn. El camino es muy sencillo y transcurre por un entorno con mucha vegetación. Desde el lago tomamos un desvío que nos lleva hasta una zona más elevada, desde la que se tiene una buena perspectiva del cañón.
Después nos dirigimos hacia dos de las cascadas más impresionantes del norte de Islandia: la Detifoss y la Selfoss. Son conocidas como las cascadas del reino del hielo, ya que provienen del deshielo del glaciar Vatnajökull. Para llegar, una vez estamos en el parking, tenemos que bajar unas escaleras que nos llevan hasta el lado de la Dettifoss. Es una cascada de once metros de altura que, sobre todo, es famosa por su gran caudal. De hecho, se considera el salto de agua más poderoso de Europa. ¡Es brutal! Desde esta cascada sale el camino que nos llevará hasta la cascada Selfoss. Caminando tranquilamente, ya que paramos muy a menudo para disfrutar del fantástico entorno en el que nos encontramos, tardamos una media hora en llegar. De nuevo, quedamos sorprendidos con la belleza de este salto de agua. Sin embargo, tenemos que volver rápidamente, antes de lo previsto, porque el cielo está muy tapado y ha empezado a tronar.
Al deshacer el camino que nos ha llevado hasta el parking de la Selfoss, nos desviamos un poco para ir al mirador de otra cascada: la Hafragilsfoss.
Acabamos las visitas del día con la popular Godafoss. Tiene más de doce metros de altura. Pero su gran anchura, superior a treinta metros, y el gran caudal que lleva hace que sea muy imponente. Para tener las mejores vistas hay que cruzar un pequeño arroyo, pasando por sobre las piedras. Que nos os dé pereza, ya que la panorámica desde el saliente que hay delante de la cascada es impresionante.
Sobre las siete y media damos por finalizadas las visitas del día y nos dirigimos hacia Akureyri, donde tenemos reservada una habitación en el Akureyri Hostel. Antes de ir a dormir, y como colofón a un día tan completo, vamos a la heladería Brynja, que se encuentra en el mismo pueblo. Por lo que hemos leído hacen uno de los mejores helados de Islandia. Nos llevamos una gran decepción, pues sólo ofrecen helados de nata a los que puedes añadir complementos (similares a un Mc Flurry). Vamos a dormir con una conclusión clara: los islandeses no dominan el arte de los helados. Algún defecto tenía que tener el país…
(Este post corresponde al sexto día del viaje a Islandia)
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