Semana 28
Gracias, delfines (Isla Mauricio)
Cuando un delfín se encuentra con una persona humana sumergiéndose torpemente a su lado, es probable que no sea capaz de comprender la naturaleza de aquel individuo. Podría ser la primera vez que ve esa figura grande y descoordinada invadiendo su espacio.
En situaciones similares, nosotros, como seres humanos, probablemente reaccionaríamos con desconfianza o incluso con agresividad, atacando indiscriminadamente al individuo desconocido.
Los delfines, en cambio, siguen nadando con tanta facilidad que parece que vuelen dentro del agua. Y, si no sienten ninguna amenaza inmediata, suelen volver a los pocos segundos. Con curiosidad y una actitud juguetona. Asumiendo que desconocido no equivale a peligroso.
Nadar entre delfines salvajes me transmitió mucha seguridad y respeto. Sentí que me acompañaban mientras nadaba en su mar, que me daban la bienvenida mientras intentaban descifrar todo lo que podían sobre mí y las demás personas que estábamos en el agua. No querían nada de nosotros. Sólo nadar, compartiendo ese espacio durante un momento que me pareció fugaz.
De repente, los delfines desaparecieron sutilmente. Dejándome perplejo, añorado. Guardé la esperanza de que, en algún momento futuro, la humanidad pueda aprender de la noble actitud de los delfines y empezar a proteger y respetar el océano.
(Para nadar con delfines de manera responsable con los animales, es importante escoger una buena empresa que evite las masificaciones y comportamientos inadecuados durante los avistamientos de cetáceos. Te recomiendo realizar esta actividad con The Friendly Dodo, ya que salen 1 hora antes que la mayoría de embarcaciones y priorizan el bienestar de los animales.)
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.