Semana 23
La mirada del mayor depredador de Madagascar
Tan sólo tres escasos metros me separaban de un majestuoso fosa en plena naturaleza salvaje. Me contemplaba con una mirada curiosa y, al mismo tiempo, imponente. Yo no podía dejar de mirarle las afiladas garras, y tenía claro que no podía perderlo de vista y debía tenía que mantener una distancia de seguridad.
Seguramente si nos hubiésemos encontrado en cualquier otra zona de Madagascar, el animal habría huido rápidamente. Pero en el Bosque de Kirindy la situación era distinta. Algunos de los fosas que viven en esta zona han aprendido a tolerar la presencia humana. Principalmente, porque durante el invierno, cuando su alimento escasea, tienen un punto de alimentación suplementario junto al Ecolodge de Kirindy. Una medida tomada para intentar asegurar la supervivencia del mayor número de ejemplares de esta especie. Se trata de un mamífero en peligro de extinción, principalmente amenazado por la pérdida de hábitat y los conflictos con las poblaciones locales.
El Bosque de Kirindy se ha convertido en uno de los únicos lugares de la isla roja en los que es habitual poder observar al mayor depredador de Madagascar. Un animal misterioso, de apariencia felina pero evolutivamente más cercano a las mangostas.
La cola del fosa es lo primero que me llamó la atención. De los dos metros de longitud que suelen medir estos animales, la cola es prácticamente la mitad. Esta característica tan peculiar es esencial para mantener el equilibrio mientras trepan por los árboles y ramas, en busca de su presa preferida: los lémures.
Hacía años, leyendo información sobre Madagascar, había visto por primera vez una fotografía de un fosa. Conociendo las costumbres esquivas de la mayoría de los depredadores, me parecía casi impensable tener la oportunidad de ver uno en estado salvaje. Recordé ese momento mientras el fosa empezaba a adentrarse en el bosque y lo perdía de vista, poniendo punto final a un intenso y apasionante encuentro.
Los otros animales del Bosque de Kirindy
Durante los dos días que pasé en el Bosque de Kirindy, un guía me acompañó mañana, tarde y noche por los laberínticos caminos de este bosque seco caducifolio. Pude ver cinco especies diferentes de lémur (dos diurnas y tres nocturnas); y tampoco faltaron las observaciones de una gran variedad de aves.
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.