Semana 25
De Madagascar a Isla Reunión
A quince minutos del aeropuerto de Roland-Garros, entré en un supermercado Carrefour enorme. Estanterías y estanterías de comida, que contrastaban con las pequeñas tiendas de comestibles que había en Madagascar. Un vuelo de menos de dos horas había sido suficiente para encontrarme en un mundo completamente distinto. El contraste cultural, paisajístico y faunístico entre Madagascar y Isla Reunión era abismal.
Las sinuosas y lentas carreteras de Madagascar habían quedado sustituidas por el asfalto impoluto de la isla francesa de La Reunión. Los caóticos pueblos malgaches rodeados de campos de arroz, donde la gente trabajaba sin ayuda de maquinaria moderna, habían sido sustituidos por pintorescos pueblos más ordenados y tranquilos. Y las colinas arcillosas de la isla roja contrastaban con las montañas cubiertas de bosque tropical de La Reunión.
Me había despedido de Madagascar visitando uno de los bosques que más me habían cautivado: la selva del Parque Nacional Ranomafana. Un gran final por un país que me había ido sorprendiendo a medida que avanzaba el viaje. En Ranomafana tuve el privilegio de encontrar alguna de las especies de lémur más amenazadas del planeta, como el lémur dorado, el lémur grande del bambú y el lémur rufo blanco y negro.
Durante los primeros días en Isla Reunión me había dejado sorprender por la singularidad de los paisajes del interior de esta isla. Un territorio protegido por el Parque Nacional de La Reunión y declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Visitar el Circo de Salazie y caminar hasta la famosa cascada Trou de Fer fue uno de los puntos álgidos de mi recorrido. Durante muchos años, este circo rodeado de paredes vertiginosas había sido un territorio prácticamente inaccesible, donde se refugiaban los esclavos que escapaban de las plantaciones de la costa. Ahora se podía llegar cómodamente en coche, siguiendo una serpenteante carretera, pero la sensación de encontrarme en un territorio salvaje e indómito no desaparecía.
Terminé la semana visitando uno de los grandes atractivos de esta bella isla de la India: el volcán Pitón de la Fournaise. Me hubiera gustado ascender la silueta cónica de esta volcán, uno de los más activos del mundo, pero llevaba menos de veinte días entrando en erupción y, por seguridad, estaba prohibido acercarse a ella.
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.