Semana 32
La llegada a un nuevo continente
Después de casi dos meses en casa, llegué a Santiago de Chile con una sensación extraña. Sin haber asumido por completo que acababa de empezar una nueva etapa de mi largo viaje. Una etapa incierta. No tenía nada claro cuánto duraría ni qué países iba a visitar.
No suelo encontrarme demasiado cómodo en las ciudades. No siento la pasión ni emoción que me transmiten los espacios naturales. Pero desde que aterricé en la capital de Chile sabía que debería pasarme unos días allí.
No podía empezar a viajar directamente porque había decidido comprarme un coche de segunda mano. Un coche que no sólo me permitiría desplazarme, sino que también sería mi refugio. Con un colchón y un hornillo, tendría la autonomía suficiente para poder dormir donde quisiera durante la ruta.
Pero lo peor de los primeros días no fue tener que quedarme en Santiago. Era la incertidumbre de no saber cuándo podría empezar la ruta. Estaba a la espera de un documento, y no podía saber cuándo llegaría.
No podía hacer nada. Así que me dediqué a descubrir la ciudad de Santiago a un ritmo lento, mientras saboreaba las deliciosas empanadas tradicionales que horneaban a lo largo de la ciudad. También aproveché para ir a incontables tiendas, intentando encontrar todo lo que necesitaba para convertir el coche en mi hogar. Cogí buses y metros de una decena de líneas. Por suerte, hoy en día es muy fácil orientarse y moverse por las ciudades.
El jueves por la tarde me llegó la noticia que tanto había esperado. El documento que faltaba acababa de llegar, y ya podía firmar la compra del coche. Se me hicieron largas las dos horas que duró el proceso en la notaría. Pero al fin, por la noche ya tenía las llaves del coche.
En el séptimo día desde mi llegada a Chile, ya estaba cargando todo el equipaje en el coche. Un Honda Pilot del año 2006 con casi 300.000 kilómetros. Confiaba en el motor de ese coche, y en la creencia de que los vehículos de marcas japonesas son los más longevos.
Con un nerviosismo inevitable, encendí el motor del coche y puse rumbo hacia la Carretera Austral, mientras las primeras gotas de lluvia empezaban a caer. Me esperaban más de 1.000 kilómetros hasta Puerto Montt, el punto de inicio de esta mítica carretera. Tendría tiempo suficiente para pensar un buen nombre para el coche…
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.