Semana 35

Tras la huella del puma

Llevaba tres días buscando pumas en el Parque Nacional Patagonia. Tres días buscando un felino misterioso. Elusivo. Capaz de fundirse en pocos segundos. Por eso tenía muy claro que sólo vería un puma si el animal se dejaba ver. De poco me serviría buscarle hasta la extenuación sin su colaboración.

La última mañana en el parque decidí cambiar algo de rutina. En lugar de ofuscarme con la observación de fauna, conduje de madrugada hasta un lago. Llegué allí bajo la luz de la penumbra que anuncia el amanecer, justo a tiempo para ver cómo las cimas nevadas de las montañas comenzaban a cubrirse de un naranja intenso. Desde que descubrí este rincón, dos días atrás, supe que iba a ser el lugar idóneo para despedirme del parque.

Hay lugares, espacios naturales, con los que conecto de forma diferente. Más profunda. Territorios que sólo me transmiten belleza, pureza y libertad. Este valle de la Patagonia era uno de esos lugares. Por eso no sentía que no haber visto ninguna puma fuera un fracaso. Buscarlos, pisar caminos por donde ellos habían pasado, ya era suficiente para mí.

Había pasado media hora desde la salida de sol, cuando empecé a recorrer los últimos quince kilómetros por dentro del parque. Seguía sin perder detalle de todo lo que me rodeaba. Me encantaba observar cómo se iluminaba el pelo de los guanacos con la luz cálida de la mañana.

Fue viendo a un grupo de guanacos, a lo lejos, cuando vi a dos figuras que se movían diferente. Más decididas. Sin parar a comer cada pocos pasos.

Rápidamente, cogí la cámara para confirmar mis sospechas: eran dos pumas. Una hembra adulta y su cría. No podía creerlo. Aunque estaban bastante lejos, a unos setecientos metros, empecé a tomar fotos para tener un recuerdo de ese momento. No pudo elegir un mejor escenario para mi primera observación de un puma.

Me pareció que, justo antes de adentrarse por un pequeño bosque, los pumas se orientaban hacia la zona donde me encontraba. Por eso, aunque los había perdido de vista hacía unos minutos, decidí quedarme en el mismo sitio. Esta vez la intuición no me falló y los dos pumas aparecieron a unos cincuenta metros de mi posición.

Desde el coche, los pude ir siguiendo mientras recorrían la vertiente de una colina. Era conmovedor ver cómo el pequeño puma se entretenía con todo lo que encontraba, y después tenía que correr ligeramente para atrapar a su madre. El puma adulto avanzaba a un ritmo constante y sólo aceleró el paso cuando, por casualidad, se encontró cerca de un guanaco que descansaba detrás de una roca. Entonces pude observar una emocionante persecución. Duró sólo unos segundos y no fue exitosa para la felina.

Poco después, los pumas desaparecieron entre la inmensidad del Valle del Chacabuco. Había podido verlos durante unos veinte minutos. Completamente solo. Sin ruido alguno. Y, aunque no había sido una observación muy cercana, era la primera vez que veía a estos fascinantes felinos. Sólo por eso, se había convertido ya en uno de los momentos más especiales del viaje.

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Más recuerdos fotográficos del Parque Nacional Patagonia

Observar pumas en el Parque Nacional Patagonia ha sido el gran momento de la semana y de mi estancia en este parque nacional. Pero he podido presenciar y fotografiar otras muchas escenas llenas de belleza, que no podían faltar en el resumen de esta nueva semana explorando la Patagonia chilena:

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Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.