Semana 42

De nuevo a Ushuaia

Cuando, un mes atrás, me despedí de la ciudad de Ushuaia y de la Isla de Tierra del Fuego no pensaba que volvería a la ciudad del fin del mundo en un futuro cercano. Después de disfrutar del trekking del Macizo del Paine, mi intención era cruzar la frontera argentina y empezar a conocer el otro de lado de la Patagonia.

El único motivo por el que podría volver a Ushuaia de nuevo, era para embarcarme en un viaje de expedición a la Antártida. Al séptimo continente. Viajar a este territorio, la reserva de naturaleza más prístina y grande del plante, siempre había sido un sueño para mí. Pero prácticamente lo había descartado de mi itinerario. Los cruceros que, por presupuesto, podía permitirme, eran todos con barcos grandes, de más de 300 pasajero.

Viajar así a la Antártida, perdía parte de su esencia.  Además, siguen faltando regulaciones sobre el número de barcos que pueden visitar anualmente la Antártida. Del mismo modo que tampoco hay regulaciones sobre sus dimensiones (aunque sí que está establecido que los barcos de más de 500 pasajeros no pueden hacer ningún desembarco). Por esto, tampoco quería financiar actividades de grandes operadores de cruceros que han incluido la Antártida en sus rutas mundiales.

Sabía que todos los viajes a la Antártida tienen un impacto negativo en el planeta. Especialmente por las emisiones de carbono que suponen navegar hasta este lejano territorio, a mil kilómetros de Ushuaia. Así que, desde el inicio, me había centrado en buscar alguna empresa y barco que fueran lo más responsables posibles.

La mejor opción habría sido navegar hasta la Antártida en un velero. Hay algunas opciones cada año, pero muy exclusivas y bastante más caras. Eran opciones que sobrepasaban mi presupuesto, así que tuve que abandonar esta idea.

Por último, acabé encontrando un pequeño barco con capacidad para 90 pasajeros. Era el M/V Ushuaia , un antiguo buque de investigación, construido por la NOAA (la Agencia Norte Americana de Investigaciones Oceánicas y Atmosféricas). Posteriormente, fue adaptado para poder acoger a pasajeros por la agencia Antarpply Expediciones , la única agencia Argentina que realiza expediciones a la Antártida. Una pequeña empresa histórica en el turismo antártico.

Viajar con ellos sería mi única opción, pero de nuevo los precios superaban el importe que estaba dispuesto a pagar. Mi única esperanza era que lanzaran alguna oferta de última hora, para llenar todas las plazas algunas semanas antes de la salida de algunos de sus viajes. Tenía la flexibilidad para llegar a Ushuaia en un par de días.

No dejé de revisar los precios, y a principios de enero, mientras buscaba pumas en el Parque Nacional de Torres del Paine, leí justo lo que estaba esperando: una oferta con el 50% de descuento para un crucero de expedición con el M/V Ushuaia hacia el Mar de Wedell. Faltaban tres semanas para el inicio del viaje, así que encajaba perfecto en mis planes.

¡La Antártida me esperaba!

Momentos de una espera impaciente por Ushuaia

La ciudad de Ushuaia y el maravilloso entorno de los Andes Fueguinos ha sido el escenario ideal para esperar y preparar uno de los momentos más esperados de este largo viaje. Llegué a la ciudad del fin del mundo unos días antes de empezar el crucero y nuevamente, pude disfrutar de todo el encanto de este rincón de la isla de Tierra del Fuego. Aproveché una mañana de buen tiempo para subir hasta la Laguna Turquesa y también dediqué un día a recorrer nuevos senderos por el Parque Nacional Tierra del Fuego. Allí, tuve la suerte de encontrarme con dos de los representantes de la fauna fueguina más emblemáticos: el zorro culpeo y el pájaro carpintero negro.

Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.