Semana 44

El Mar de Wedell

El 12 de febrero de 1903, el barco Antarctic quedó atrapado entre los imprevisibles y amenazantes hielos del Mar de Wedell, que en cuestión de pocas horas destruyeron la embarcación. Afortunadamente, todos los tripulantes, dirigidos por el noruego Carl Anton Larsen, fueron capaces de llegar a la isla Paulet, donde construyeron un refugio que les permitió sobrevivir hasta que fueron rescatados por el ARA Uruguay , nueve meses después .

Antarctic naufragó durante la navegación para recoger un grupo de seis científicos que se habían establecido en la isla Cerro Nevado el 13 de febrero de 1902. Su objetivo era realizar estudios científicos durante un invierno antártico Pero este desafortunado accidente, hizo que finalmente tuvieran que sobrevivir allí durante prácticamente dos años, superando dos inviernos en la Antártida. Una proeza de supervivencia, documentada con detalle en el diario del argentino José María Sobral.

Recordar cómo el Mar de Wedell había supuesto una gran amenaza para esta expedición, conocida como la Expedición Antártica Sueca, nos hacía estar alerta mientras nos acercábamos a este mar. También era febrero. Pero afortunadamente disponíamos de una tecnología mucho más avanzada y no teníamos la necesidad de adentrarnos por ese mar. Era el objetivo del viaje, pero sólo lo haríamos si las condiciones eran óptimas. Una situación que no suele darse.

Desde muy temprano por la mañana, habíamos estado navegando por el escénico Estrecho Antarctico, acompañados de numerosos pingüinos de Adélia, para acabar llegando a la isla de Rosamel. Esta isla marcaba el inicio del Mar de Wedell, en donde la navegación podía ser muy complicada. Este mar desprende grandes icebergs en constante movimiento, que pueden cerrar los canales de navegación en cuestión de segundos.

Tras evaluar la situación durante unos minutos llenos de tensión, el capitán anunció que no sería posible avanzar más. La situación era demasiado peligrosa. Pese al hielo, las condiciones atmosféricas eran extraordinarias. Hacía un solo poco habitual en la Antártida y apenas soplaba viento.

Por eso, los marineros bajaron rápidamente los zodiacos del barco y nos animaron a realizar una navegación entre los bloques de hielo que rodeaban la isla Rosamel. Deslizarse por el agua calmada, entre bloques de hielo marino de formas imposibles, fue una experiencia hipnótica. No tuvimos la suerte de encontrar alguna foca o ballena, pero al final de la navegación localizamos a un bonito pingüino de Adélia, descansando en un bloque de hielo.

Parecía que se había colocado allí para despedirnos y recordarnos que esas tierras eran tu territorio. Ellos no tenían ningún problema para moverse entre las aguas y hielos del Mar de Wedell, donde estaba la colonia más numerosa de esta especie de pingüino. Haber podido llegar allí habría sido demasiado mágico.

Algunos recuerdos más de los últimos días de la aventura Antártica

Tras el intento fallido de entrar en el Mar de Wedell, el capitán del barco nos dio una noticia poco agradable: deberíamos empezar la vuelta hacia Ushuaia un día antes de lo previsto. Se preveía una fuerte tormenta en el Paso de Drake y para evitar la peor parte habría que iniciar la vuelta de forma precipitada.

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Antes de despedirme definitivamente de la Antártida, pude visitar la isla Decepción, donde se encuentra uno de los dos volcanes activos del continente Antártico. Allí encontré un paisaje completamente diferente, en gran parte condicionado por el color de la ceniza de la última erupción volcánica en 1969.

Desde allí, empezamos la navegación por el Pas de Drake, que duró un día más de lo habitual. Durante la segunda noche, olas de ocho metros impactaban constantemente contra el barco, haciéndolo temblar. Demostrando la fuerza y ​​poder de la naturaleza en estas latitudes del planeta.

Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.