Semana 49

Paciencia en Punta Norte

Último avistaje de orcas: 28 de febrero

Cada mañana leía este mensaje cuando llegaba a Punta Norte con la esperanza de observar las famosas orcas residentes de Península Valdés. Hacía más de quince días que no aparecían por allí. Una situación poco frecuente durante el mes de marzo, cuando se inicia el período en el que estos fascinantes mamíferos cazan a las crías de leones marinos.

Tener la oportunidad de ver alguna de esas escenas de caza, era lo que me había traído hasta allí. No por el contenido salvaje de ese momento, sino por lo que significaba. La estrategia de caza de las orcas residentes en la Península Valdès es un comportamiento único, que no se ha observado en ningún otro territorio. Una técnica basada en el varamiento intencional. Este ritual de alimentación consiste en encallar deliberadamente sus cuerpos en la playa para poder capturar a sus presas, principalmente crías de leones marinos y elefantes marinos. Es una conducta depredadora que simboliza la gran inteligencia y cultura de las distintas familias de orcas. Unos conocimientos que son capaces de transmitir de generación en generación.

Pero la espera de este espectáculo sabía que podía ser muy larga. Todos los días tenía que conducir casi una hora y media desde Puerto Pirámides hasta Punta Norte. Donde pasaba unas seis horas (desde las tres horas previas a la plenamar hasta las tres horas posteriores) analizando el mar en busca de la característica aleta dorsal de la mayor especie de delfín del planeta.

Durante las esperas, aprovechaba para fotografiar a las divertidas crías de león marino. Sobre todo cuando bajaba la marea, era enternecedor contemplarlas mientras aprendían a nadar y jugaban. También los elefantes marinos, los armadillos, los cuis chicos y los guanacos me motivaban a sacar la cámara de la mochila y a retratar la belleza de la Península Valdés.

No fue hasta el sexto día, cuando tuve noticias de las orcas. Una de las guardaparques me avisó por la mañana, para anunciarme que habían aparecido orcas en el área de Caleta Valdès. Una zona en la que es menos habitual encontrarlas en esta época del año, pero el comportamiento de estos cetáceos es imprevisible.

Me encontraba a una hora en coche de Caleta Valdés, pero decidí arriesgarme y conducir hasta ahí. Sin tener nada claro si todavía continuarían en la zona cuando llegara. Se me hizo eterno el recorrido. Pero afortunadamente llegué cuando el espectáculo aún no había terminado.

A lo lejos, pude apreciar cómo tres orcas adultas analizaban desde muy cerca a cuatro leones marinos que se encontraban refugiados en una pequeña península. Dos de ellas realizaron una maniobra de varamiento, pero sin hacer ningún intento de captura. Probablemente para seguir mejorando esta arriesgada técnica. Después de unos minutos, las orcas se alejaron de la costa y se dirigieron hacia la zona más cercana al mirador de Caleta Valdés.

Fue allí, donde por fin pude observar las orcas de cerca. Una de ellas pasó a nadando con su cría a sólo un metro de la playa. Avanzaban a un ritmo tranquilo y desde el mirador pude irlas siguiendo con la vista. Podía ver su silueta por debajo del agua, y anticipar el momento en el que salían a respirar. 

Fue un momento maravilloso.

Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.