Semana 50

Del mar Atlántico a la Cordillera de los Andes

Cruzar en dos días de la costa de Argentina hasta la cordillera de los Andes, me permitió cambiar de entorno por completo. Fueron casi diez horas de coche, por carreteras rectas rodeadas de estepa. Un paisaje monótono, que sólo en la última hora empezó a adquirir más verdor y relieve.

El tranquilo pueblo de Esquel, me dio la bienvenida a la montaña con un clima más frío de lo que me esperaba. Durante el día anterior una temprana nevada había dejado los picos que rodean al pueblo bien emblanquecidos.

Al día siguiente, aunque el frío me incitaba a quedarme más rato refugiado en el calor del saco de dormir, me puse en marcha antes de la salida de sol. Así llegué al Parque Nacional los Alerces con las primeras luces del día. Este parque nacional, situado en la región colindante con Chile, protege una amplia extensión de bosques de alerce.

Mientras circulaba por el parque, fui descubriendo lagos y cascadas. No hice ninguna larga excursión durante el día, sólo pequeños paseos para apreciar algunos de los puntos con más encanto del parque: como la cascada Irigoyen, la cascada Quebrada del León, el Lahuán Solitario o Lago Verde.

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La serenidad y majestuosidad de los bosques me acompañó durante todo el día. Había muy poca gente dentro del parque nacional, por lo que la experiencia fue aún más inmersiva. Sabía que en este parque no encontraría unos paisajes tan fotogénicos y pintorescos como los del sur de la Patagonia, sino que su belleza recaía en todos los detalles que escondían los bosques, que jugaban un papel crucial en la preservación de la Reserva de la biosfera andino norpatagónica.

Estuve apreciando el color canela de los arrayanes y la corteza rugosa de los alerces; escuchando el canto de los chucaos y hued-hueds; e inspeccionando el barro en busca de alguna huella de puma, huemul o pudú. Y aunque no encontré rastro alguno de estos tres mamíferos, sí pude ver a una pareja de coipús en el Lago Verde. Una escena tranquila que me invitó a detenerme y apreciar los ritmos de la naturaleza antes de continuar mi recorrido.

Con instantes así, el Parque Nacional los Alerces me había ofrecido una gran bienvenida durante el reencuentro con los bosques y montañas de la Patagonia, los escenarios que se convertirían en los protagonistas de las futuras semanas del viaje.

Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.