Semana 52
Una bienvenida tormentosa en la Isla de Chiloé
Hacía sólo un día que había llegado a la Isla de Chiloé cuando un fuerte temporal azotó la isla. La lluvia y sobre todo el viento, con ráfagas superiores a los 100 km/h, provocaron un cierto colapso en la isla. Muchas calles quedaron cortadas por la caída de árboles y, a media mañana, gran parte de la isla se quedó sin electricidad ni cobertura.
Yo acababa de llegar al Parque Tepuhueico, para realizar un voluntariado durante tres semanas. Veintiún días en los que conviviría con los guardas forestales y les ayudaría con sus tareas. En la pequeña casa de madera donde nos encontrábamos, notábamos la fuerza del agua y el viento. Las condiciones eran adversas y no nos animaban a salir al exterior. Pero para mantener el parque transitable, tuvimos que salir a patrullar la pista de seis kilómetros que atraviesa una pequeña sección de la reserva natural.
No tuvimos que conducir demasiado hasta que encontramos los primeros árboles caídos sobre el camino. Eran tan grandes y pesados que antes de poder moverlos fue necesario dividirlos con una motosierra. Estaba experimentando de nuevo el clima salvaje e intenso de la Patagonia.
Después de un par de horas, ya pudimos regresar a la portería del parque. Allí descubrimos que estábamos incomunicados. Pero gracias a que la casa funcionaba con placas solares, todavía teníamos electricidad. Aunque si el tiempo no mejoraba, posiblemente las baterías se agotarían en un par de días.
La atmósfera del parque había cambiado por completo respecto al día anterior. Cuando llegué acompañado de un sol espléndido, y había tenido la oportunidad de recorrer la mayor parte de los caminos. Había podido disfrutar de la fotografía en el cautivador bosque primario de la isla de Chiloé, donde viven animales tan fascinantes como el pudú del sur, el zorro de Darwin o el gato güiña.
Estas fotos son sólo una pequeña selección de mis primeras horas en el Parque Tepuhueico, antes de la llegada de la tormenta:
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.