Semana 57
Avanzando entre araucarias, los árboles prehistóricos
Hasta el momento, mi única preocupación a la hora de atravesar la frontera entre Chile y Argentina fue la colaboración y amabilidad de los oficiales. Ahora, se añadía una nueva complicación: la nieve.
Desde la región de Araucania hacia el norte, todos los pasos fronterizos atravesaban los Andes, y en ningún caso la cota máxima bajaba de los 2.000 metros de altitud. Todo había quedado completamente blanco después de un temporal de cinco días. Pero al fin, parecía que el clima daría una tregua durante un par de días. Toda la maquinaria de ambos países estaba preparada para limpiar las carreteras y abrir las fronteras de nuevo.
Pero antes de irme de Chile, aproveché la primera mañana de buen tiempo para conocer el Parque Nacional Conguillio, tierra de volcanes y araucarias. Ascender al volcán Sierra Nevada, extinguido desde hace millones de años, era uno de los puntos imprescindibles de mi ruta por Chile. Pero tuve que adaptarme a la situación.
Debido a las recientes nevadas, parte de la pista que atraviesa el parque nacional estaba cortada y a lo largo del camino había grosores de nieve superiores a los dos metros. Las condiciones no eran las más seguras para visitar el parque en solitario, y aunque iba acompañado de un guía no pudimos llegar hasta el punto más alto de la ruta.
Tuve que conformarme con las vistas desde el segundo mirador, a mitad del camino. Una perspectiva diferente, menos abierta, pero desde donde los pliegues del paisaje y la niebla danzando entre las araucarias también se encargaban de crear un decorado inolvidable.
ATRAVESANDO LA FRONTERA POR EL PASO PINO HACHADO
Llegar hasta Paso Pino Hachado no fue un mero trámite. Ni fueron horas de coche monótonas y somníferas. Fue todo lo contrario. Uno de los recorridos más escénicos del viaje. Dejando atrás montañas, bosques de araucarias y lagunas.
Desde Malipeucho, me dirigí hasta el pequeño pueblo de Icalma. Un recorrido por una estrecha y solitaria pista sin asfaltar, rodeada de nieve y araucarias. Aunque ya llevaba prácticamente medio año recorriendo el sur de Chile y Argentina, siempre que empezaba a conducir por estas carreteras aisladas y de tierra cierta incertidumbre se apoderaba de mí. Nunca sabía si el camino seguiría estando en buen estado o si, repentinamente, me encontraría circulando por una carretera destartalada.
En ese caso, pude avanzar sin problemas hasta Icalma. Donde aproveché un pequeño espacio para bajar del coche y apreciar la laguna que delimita el pueblo.
Tras dejar atrás Icalma conduje hasta Liucura, donde se encuentra la frontera chilena y empieza la subida hasta el Paso de Pino Hachado, ahora sí con una carretera asfaltada y con un estado impoluto. En pocos minutos ascendí hasta los 2.000 metros de altitud, y de nuevo me encontré envuelto en un paisaje protagonizado por las araucarias. Unos árboles prehistóricos muy arraigados a la cultura y gastronomía de la Araucanía.
Pocos kilómetros después, una señal me indicaba la entrada en el territorio argentino. Aparentemente, nada había cambiado, pero a medida que empezaba a descender pude comprobar que el paisaje era bastante diferente a la otra vertiente de los Andes. Mucho más seco y pedregoso.
Empezaba una nueva etapa del viaje.
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.