Semana 59
Navegando por el Pantanal de Brasil
Las luces del crepúsculo siempre me obligan a mirar al cielo. Quizás por su incertidumbre, porque cada día son diferentes, o por su carácter efímero. Pero cuando estoy en la naturaleza mientras el día comienza a dejar a paso por la noche, siento que todo es mucho más hermoso.
Seguramente por eso, cada regreso a Porto Jofre, navegando por las calmadas aguas del río San Lorenzo después de más de diez horas de safari, era un bálsamo de tranquilidad y paz. Volvíamos en silencio, ya que abrir la boca era sinónimo de tragarse algún insecto, y yo me perdía entre las siluetas de los árboles y los pájaros, los colores rosados del cielo y el reflejo de la luna llena.
Eran veinte minutos de meditación. De asimilar que por fin me encontraba en el Pantanal, el humedal más extenso del planeta, buscando el felino más grande de América del Sur: el jaguar.
A lo largo del Pantanal, muchos de los jaguares se han especializado en cazar caimanes. De modo que el río es su fuente principal de alimento. Por eso, la mejor manera de buscarlos era desde el agua. Esperando encontrar algún ejemplar patrullando el agua desde la orilla del río.
La suerte me sonrió. Y pude observar con admiración a un buen número de jaguares, muchos de ellos en varias ocasiones. Como Marcela o Patricia, dos hembras que se muestran confiadas ante las barcas y se dejan ver bastante a menudo. Fue muy emocionante ver a estos enormes felinos en libertad y en movimiento, no sólo caminando entre la frondosa vegetación, sino también nadando, con una habilidad sorprendente, por un río donde también había podido ver nutrias gigantes, capibaras y muchísimos caimanes.
Todos los días era un espectáculo irrepetible. Y el regreso hacia el pueblo al atardecer, cuando ya no había luz suficiente para buscar más felinos ni hacer más fotos, era la oportunidad excelente para agradecer todo lo que estaba viendo. Naturaleza en estado puro que me llenaba de energía.
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.