Semana 63
Descubrir las Cataratas de Iguazú
El primer registro escrito de las espectaculares Cataratas de Iguazú se remonta al siglo XVI, cuando el explorador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca descubrió este impresionante conjunto de saltos de agua durante sus expediciones por Sudamérica. Fascinado por la fuerza y belleza de estas cataratas, Cabeza de Vaca no podía imaginarse que aquel lugar ya había sido venerado durante siglos por los guaraníes, los pueblos indígenas que habitaban la región. Para ellos, las cataratas eran mucho más que una maravilla natural; representaban un espacio sagrado, un punto de encuentro con la naturaleza y una fuente de vida tanto física como espiritual.
Cuando me encontré al pie del Salto del Diablo, la mayor y más impresionante cascada de Iguazú, sentí una conexión con esa misma energía primitiva. Mientras el vapor de agua me mojaba la piel y el estruendo del agua caía con una fuerza abrumadora, no pude evitar imaginarme cómo serían las primeras experiencias de los jóvenes guaraníes que, guiados por sus ancestros, se adentraban por primera vez en ese santuario natural. Sin haber visto ninguna imagen previa, la primera vez que contemplaban estas cataratas debía ser una experiencia sensorial intensa e inolvidable, un momento de epifanía que les marcaba para siempre.
Aunque yo había visto innumerables fotos y vídeos de las Cataratas de Iguazú, nada podía prepararme para la experiencia real. La magnitud del espectáculo era indescriptible. Ver el agua cayendo con una fuerza imparable, escuchar el rugido constante que llenaba el aire y sentir la vibración bajo mis pies me hizo comprender por qué este sitio había sido considerado sagrado durante siglos. Era una manifestación de la grandeza de la naturaleza, una explosión de energía y vida.
El paisaje parecía inmejorable, hasta que el sol surgió de entre las nubes y dibujó un intenso arco iris sobre las cataratas. Aquella imagen era la perfecta culminación de una experiencia inolvidable, una postal que parecía despedirme de la selva brasileña mientras me daba la bienvenida, de nuevo, a tierras argentinas.
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.
