Semana 65
Cuánta immensidad en la Puna Argentina
La Puna Argentina es un vasto territorio donde la tierra se eleva como si quisiera tocar el cielo. A más de 3.500 metros de altitud, se extiende un paisaje desértico, de lagunas perdidas, volcanes y colores imposibles. Aquí, el aire es fino y ligero, un recuerdo de la naturaleza a andar con pausa y cautela, respetando un silencio armonioso, que sólo el poderoso viento se encarga de romper.
Entre este paraje por el que conduje durante la última semana, la vida se manifiesta austeramente. Existen pocos animales capaces de sobrevivir en estas condiciones. Únicamente las vicuñas recorren las amplias llanuras con una elegancia cautivadora, mientras que los rosados flamencos se agrupan en las lagunas de agua salada. Todo es sencillo en la Puna Argentina, pero es una sencillez fascinante.
Después de un mes intenso, lleno de estímulos mientras exploraba el Pantanal, el paso hacia la serenidad de la Puna no fue fácil. La altitud y el aire escaso parecían desafiarme a cada respiración. Pero lentamente mi cuerpo se fue rindiendo a la ley del altiplano andino: la falta de oxígeno ya no era un obstáculo, sino una invitación a ralentizar mi paso.
Mi mente, inicialmente abrumada por el inmenso vacío, se dejó acoger por la soledad de ese desierto infinito. Y entonces todo cambió: empecé a ver la belleza en la quietud, a escuchar el silencio como una melodía. Cada detalle -la luz dibujando sombras tras volcanes lejanos, el movimiento delicado de las vicuñas, el inmenso cielo estrellado- me invitaba a retratarle, buscando nuevos puntos de vista para captar el mágico paisaje de la Puna.
Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.
