Semana 2

De los bosques de Uganda a la sabana de Kenia

Uganda me ha entusiasmado. Me ha gustado tanto que me cuesta irme. Diez días se me han hecho cortos. Esto me hace pensar en el ritmo de mi viaje. En sí quizás, ahora que el viaje no tiene un final concreto, debería aprovechar más cada uno de los destinos.

Pero, aunque tenga tiempo, mi presupuesto es limitado. Escoger visitar un territorio implica renunciar a otro. Y aunque en Uganda seguro que podría haber encontrado más naturaleza, nuevos paisajes y mucha fauna; pero pocos sitios me seducen como el Masai Mara. Por eso decido ir hacia Kenia. Los felinos son una de mis debilidades, y allí las probabilidades de verlos se multiplican.

Cuando pienso en todo lo que estoy dejando de visitar, simplemente me lo apunto. Para no olvidar que siempre habrá motivos para volver a recorrer países donde ya he estado. Y, sobre todo, para dejar de pensar en lo que no he hecho.

Prefiero dedicar el tiempo a disfrutar plenamente las experiencias que estoy viviendo en esta ruta.

Los gorilas del Parque Nacional Mgahinga

Si ha habido un momento inolvidable de la segunda semana de este viaje, ha sido la oportunidad de compartir una hora con un grupo de gorilas de montaña del macizo de Virunga. Es una experiencia tan intensa que es difícil describirla con palabras.

No logré muchas de las fotos que me hubiera gustado hacer. Estaba demasiado emocionado para pensar. Pero me importó poco. Había hecho realidad un sueño.

Los últimos días en Uganda

Después de haber visto a los gorilas de montaña, al siguiente día volví al Parque Nacional Mgahinga. No quise perder la oportunidad de realizar una nueva ruta por el parque, en este caso para buscar los endémicos monos dorados.

La experiencia no fue tan emocionante, pero ver a estos pequeños e inquietos primates fue una gran manera de despedirme de los bosques de Uganda.

Ya sólo me quedaba ir a la capital. Pero antes, aproveché la última tarde para descansar y disfrutar del entorno del bucólico Lago Bunyonyi.

La llegada a Kenia: Ol Pejeta y los últimos rinocerontes del norte

Fatu y Naji son los dos últimos ejemplares de rinocerontes blancos del norte. Son el preludio a la probable extinción de esta subespecie. Viven en un cercado amplio, vigiladas las 24 horas del día. Cuando llegaron a la reserva de Ol Pejeta no sabían comer hierba. Provenían de dos zoos, donde habían sido alimentados a partir de frutas y verduras. Por eso, fue necesario que convivieran con otros rinocerontes blancos del sur, para que aprendieran de nuevo a alimentarse autónomamente.

Quise visitar estas dos rinocerontes sobre todo para colaborar con el proyecto de conservación de Ol Pejeta. Se están destinando muchos recursos para intentar salvar esa subespecie de la extinción. Solo se conseguirá si pueden implantar con éxito los embriones que están creando a partir de los óvulos de Fati y Naju y el semen de Sudán, el último macho de rinoceronte blanco del norte, fallecido en Ol Pejeta. Estos embriones se implantarán sobre rinocerontes blancos del sur, ya que por distintos motivos físicos ni Fatu ni Naju podrían tener un embarazo seguro.

Ol Pejeta muestra una realidad dura y triste. Los humanos seguimos destruyendo la biodiversidad del planeta. Somos el origen de la sexta extinción masiva.

Pero Ol Pejeta es también esperanza. Cada vez hay más rinocerontes (blancos y negros) en la reserva, y la fauna aumenta progresivamente. Esto ha hecho que esta zona se haya convertido en un destino excelente para hacer safaris. El aumento de visitantes se ha traducido en un aumento de ingresos, que se destinan a la conservación y desarrollo de las comunidades locales. Un ejemplo de turismo sostenible.

Al final de mi primer día allí, coincidiendo con la puesta de sol, tuve la fortuna de encontrar a un grupo de leonas con sus crías. Estaban descansando junto a una balsa donde había un búfalo muerto. En silencio, pude ver cómo los pequeños leones jugaban entre sí y reclamaban atención a sus madres. Fue un momento lleno de ternura. Y la mejor bienvenida a Kenia.

Buscando felinos entre la árida sabana de Samburu

A unos 300 metros del alojamiento en el que dormía en Samburu, encontramos huellas de leones durante el safari del siguiente día. Dormir en una tienda en el interior de una reserva nacional es siempre una experiencia muy emocionante. Durante la noche comienza una melodía intrigante y difícil de descifrar.

En la Reserva Nacional de Samburu hay paisajes y fauna muy característicos. Palmeras y bosques fluviales, en medio de ecosistemas áridos y semiáridos, crean un magnífico entorno. El agua es escasa. Y a menudo su río principal, el Ewaso Ngiro, queda completamente seco. En estos casos, sólo los elefantes son capaces de encontrar agua haciendo profundos agujeros, que después utilizan los demás animales.

Terminé la semana circulando por las polvorientas y calurosas pistas que recorren la reserva de Samburu. Apreciando la resistencia y resiliencia de los animales que sobreviven en este parque. Capaces de sobrevivir a la sequía sin precedente que se está viviendo allí en los últimos meses. Una consecuencia más del cambio climático, que hace aún más extremos los climas del planeta.

(Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que he llamado Quinuituq)