Semana 14

El Desierto del Kalahari y sus historias

Llevaba un buen rato circulando lentamente por los caminos del Kalahari, buscando algún animal, árbol, duna o nube que me invitara a detenerme, cuando me encontré con una furgoneta que ya conocía.

Era la furgoneta de una pareja de jubilados de Namibia. Un vehículo inconfundible: en lugar de estar pintado de un solo color, estaba decorado con un enorme mural en el que aparecían la mayoría de los animales del desierto. Un diseño que ellos mismos habían creado, al igual que la estructura metálica en la parte trasera, que les servía como habitáculo durante sus viajes.

Al cruzarnos, nos detuvimos y, como siempre, nos preguntamos si habíamos visto algún animal. Les dije que había visto poco durante ese día y ellos me respondieron:

– Nosotros hemos visto dos guepardos. Bueno, en realidad cuatro, porque los vimos dos veces. Fuimos a Twee Rivieren porque mañana es nuestro último día y queríamos comer un helado.

Habían conducido 120 km de ida y otros 120 km de vuelta (unas 6 horas en total) para comer un helado. Un simple helado de supermercado para despedirse del desierto después de diez días de safari.

Me hizo gracia que hubieran hecho todo ese recorrido para comer un helado. Pero luego me di cuenta de que el helado era solo una excusa. Un pequeño objetivo para disfrutar del camino, un hermoso recorrido hasta el sur del Parque Transfronterizo de Kgalagadi.

Admiré la tranquilidad y simplicidad con la que parecían vivir.

Otros instantes de la semana

Durante esta semana, en la que desde el camping de Mata Mata he estado haciendo safaris por el Desierto del Kalahari, he podido disfrutar de algunos instantes apasionantes.

Un gato salvaje africano en el Kalahari

Además de ver a los tres grandes felinos en el desierto del Kalahari, tenía la esperanza de poder observar tres especies bastante esquivas: el tejón melero, el gato salvaje africano y el caracal.

Ya había visto un tejón melero durante el segundo día en el Parque Transfronterizo de Kgalagadi, y mi alegría fue inmensa cuando, unos días después, encontré a este hermoso gato salvaje africano durmiendo sobre un árbol.

Sabía que los gatos pueden dormir durante muchas horas seguidas, pero decidí esperar pacientemente a ver si se movía. Después de unas cuatro horas, se incorporó y pude tomarle algunas fotos. No pasó mucho tiempo antes de que se estirara de nuevo para seguir durmiendo…

Siguiendo un leopardo entre las dunas

Después de cinco días de safaris poco productivos por la zona de Mata-Mata, decidí conducir por una de las carreteras que atraviesan las dunas del Kalahari. Por lo general esta ruta no es la mejor para ver animales, pero me apetecía conducir por allí para disfrutar del paisaje. Sin pretensiones.

Lo que no esperaba es que allí disfrutaría de la observación de un leopardo más increíble que he tenido hasta ahora. En una duna muy cercana a la balsa de agua de Vaalpan, encontré una majestuosa figura: un enorme leopardo. Estaba estirado, posiblemente disfrutando del calor del sol después de una fría noche.

Unos treinta minutos más tarde, el felino se levantó y empezó a descender de la duna, en dirección a la balsa de agua. Fue un momento de una emoción indescriptible. Y en la que yo fui el único testigo de esa escena mágica. No había más coches ni ruidos.

Durante unas maravillosas cuatro horas, pude ir observando los movimientos de ese magnífico leopardo. De vez en cuando, le perdía a la distancia, mientras se desplaza entre las dunas de color rojizo como una sombra fugaz. Pero, en otros instantes, el leopardo se acercaba a mi vehículo, regalándome algunas miradas que nunca olvidaré.

Una mañana entre leonas

Hacía unos diez minutos que había salido del camping de Mata-Mata cuando comencé a ver huellas de leones en el camino. Eran huellas muy frescas, perfectamente dibujadas. Y, por lo que parecía, había más de un león o leona.

Instintivamente reduje la velocidad para poder analizar bien el entorno. Los felinos estaban cerca.

Durante unos minutos estuve siguiendo las huellas. Justo donde desaparecían levanté la vista y vi lo que estaba esperando: una leona. La seguían otras tres leonas y parecía que estaban buscando alguna presa. Se movían con ritmo y se miraban con complicidad.

Probablemente ya sabían que a pocos metros había un grupo de jirafas. Pero las jirafas ya las habían visto y, sin el factor sorpresa, las probabilidades de éxito por parte de las leonas eran muy bajas. La tensión era evidente.

El grupo de jirafas comenzó a correr, alejándose del peligro. Pero sorprendentemente, segundos después, una de las leonas inició una carrera tras ellas. Posiblemente intentaba espantarlas y provocar que alguna tropezara. Si alguna de ellas caía y la leona lograba atraparle el cuello, estaría condenada.

Ese día las jirafas fueron las ganadoras. No hubo víctimas.

Este post forma parte del resumen semanal de mi largo viaje, un viaje que al que he llamado Quinuituq.